
Cuando los libros de Don Thompson todavía estaban muy lejos de ver la luz, una de las primeras experiencias en forma de antídoto que recuerdo con lo que comúnmente llamamos arte contemporáneo, fue la primera vez que visité el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona).
Yo no tendría más de 15 años, y recuerdo que sólo entrar en el museo vimos un caballo real, disecado, colgando del techo por una soga atada al cuello.
Desde luego el efecto fue desconcertante, por no decir que incluso me cabreé y me pareció una capullada total. Tanto, que no recuerdo nada más de esa exposición salvo una moto roja que había en la misma entrada. Una moto sin ninguna modificación aparente por parte del artista, salvo que en lugar de estar en la calle, estaba en un museo.
Desde entonces creo que estoy curado de espanto sobre lo que se puede llegar a ver. Han pasado más de veinte años desde entonces y he visto miles de exposiciones. Algunas buenas, otras una tomadura de pelo que no me ha comunicado nada a ningún nivel. La mayoría, no obstante, bastante frías aunque técnicamente algunas estuvieran bien hechas.
En cuánto a las que me han parecido una tomadura de pelo, este sería otro tema que tratar y que requirió unos cuántos antídotos más, porque creo que no fue hasta los 22 o 23 años que no entendí que yo no era idiota por no entender muchas de esas obras de arte, si no que dentro del “todo vale”, la mayor parte de las veces lo único que hay es un propósito por hacer algo simplemente rompedor técincamente, o algo que sitúe al creador de la obra, gracias a un discurso retorcidamente soberbio, por encima del espectador. Pero a menudo no hay mucho o nada que entender, ni ninguna estética que apreciar.
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Los libros de Don Thompson y las entrañas del mercado del arte
Este verano he leído los dos libros de Don Thompson, economista canadiense especializado en el mercado del arte, y la verdad es que ambos han sido edificantes y suculentos para entender los engranajes que mueven la industria del arte a estos niveles de museos, de ricos coleccionistas y de millones de dólares en los que muchas veces no hay una relación directa entre lo que vale objetivamente un cuadro o una escultura (horas de tiempo invertidas, calidad intrínseca de la obra, y sobre todo valor de uso) y lo que se paga por él.
De hecho, los libros de Don Thompson te explican perfectamente cómo las reglas para la valoración no tienen en absoluto nada que ver con lo que acabo de decir. Más bien tienen que ver con inmensas campañas de marketing dirigidas a un público muy concreto al que se le vende todo el glamour que conlleva la obra, ya sea por la colección “prestigiosa” a la que ha pertenecido o por la historia extraordinaria que la ha acompañado.

Así, se puede entender incluso que poco importa que muchos de los artistas o autores actuales que aparecen mencionados en los libros de Don Thompson ni siquiera hacen ellos mismos las obras. Solo las firman. También se puede entender que poco importa que muchas veces ni siquiera sepan dibujar, esculpir, filmar…
Lo importante es que hay un postor, un valedor, al que probablemente muchas veces también le importa tres pitos la obra en sí, simplemente la van a sostener entre unos y otros porque la obra ya está en el mercado y los involucrados no quieren perder dinero. Todo esto queda muy bien explicado en los libros de Don Thompson.
De esta manera, aparecen otras personas que tienen mucho dinero y que se quieren hacer un hueco entre este club selecto de personas que se puede permitir comprar cuadros de cientos de miles de euros o de millones de euros. Y tú te preguntarás: ¿Por qué? Pues porque para muchos que han hecho dinero, no importa que lo tengan si no poder demostrar que lo tienen.
Y en estos círculos, muchas veces da igual que lo que vayas a comprar te guste o no. Lo que importa es que era de tal magnate o que el autor la ha expuesto en tal museo de Nueva York, y eso es lo que podrás explicar a tus invitados cuando la vean en el salón de tu casa para que se caigan de culo con tu nuevo estatus. Si los pintores solemos tener un ego como una catedral y somos muy ambiciosos, los coleccionistas nos van a la zaga. Al menos este tipo de coleccionistas.
Tom Wolfe y “La Palabra pintada”
Sobre este último aspecto, la teoría que acompaña a la obra, ya avisaba Tom Wolfe en su libro “La palabra pintada”, en el que describe como en el transcurso del siglo XX la crítica y la teoría han ido dando forma al significado de obras e incluso en muchos casos sustituyendo la experiencia estética o la experiencia global que te ofrecía la obra en sí.
También Sarah Thornton, en su libro “Siete días en el mundo del arte”, explicaba cómo es una clase en una universidad de arte de EEUU, en la cual todo gira en torno a un debate y a una idea que un alumno presenta para una obra de arte (que todavía está por hacer), y como la va argumentando ante sus compañeros y su profesor antes de crearla.
Si los pintores tenemos un ego como una catedral y somos muy ambiciosos, los coleccionistas nos van a la zaga
Volviendo a los libros de Don Thompson, a este club selecto y a esta estructura piramidal que describe en su libro (cuánto más arriba, menos gente pero mucho más dinero). Todo esto daría bastante igual si no fuera porque con estas reglas el arte en sí queda pervertido. Las obras más famosas muchas veces no son las mejores. Esta perversión, que ya asomó una primera patita con Duchamp y luego nos puso la segunda con Warhol, y es un juego que va más allá de ser una transacción entre particulares, sino que hace muchas décadas que entró en todas las instituciones públicas y privadas.
Así pues la perversión vino para quedarse, y aquí es donde tengo una reserva sobre los libros de Don Thompson, pues si bien es cierto que se ciñe al aspecto económico de estos fenómenos, y que también en el primer libro (“El tiburón de los 12 milloners de dólares”) expone que la calidad estética en el arte ha bajado en picado, creo que este último fenómeno es preocupante y que requería una mayor crítica por su parte.
10.000 horas para llegar a ser profesional
Al fin y al cabo, cualquier profesional se forma con años de experiencia (dicen que son necesarias 10.000 horas), y nadie diría de muchas de estas obras tan cotizadas que reflejen ser una materialización de toda una larga experiencia concentrada. En todo caso, muchos de estos autores tienen años de experiencia en especulación y en marketing y son verdaderos artistas en esos campos. Y no es broma. En los libros se ponen algunos ejemplos.
Es por ello que cuando Don Thompson se pregunta por los artistas influyentes del siglo XX o de la actualidad, resulta ingenuo poner solamente 25 o 30 de los que más ha oído hablar por las casas de subastas (básicamente se habla de Sotheby’s y Christie’s, las dos que mueven más dinero) y en las súper galerías (como él denomina a las que mueven más dinero).
Se entiende que en los libros de Don Thompson se está analizando básicamente el factor económico, pero en tal caso no se deberían usar términos como “los artistas más importantes”, puesto que a un nivel artístico es probable que muchas de esas obras de arte contemporáneo no pasen el examen que a todos nos brinda el tiempo, ni son ni siquiera en opinión consensuada consideradas como grandes obras.
Pero en este mercado, puramente capitalista, lo más candente es lo que más caro se vende. Las obras de autores fallecidos, por la regla de la escasez están cotizadísimas (un Monet sale al mercado de uvas a peras, es escaso porque su obra está ya muy colocada y raras veces se mueve), y obras de artistas muy cotizados, intentan vender alto (en los casos de estos libros, por las nubes) y mantener lo que conocemos como “caché”.

Pero, ¿y todo lo que está fuera de este selecto club? En el libro “Coleccionar arte contemporáneo” de Adam Lindemann aparecen imágenes de muchas de estas obras de galerías que están en la parte superior de la pirámide económica o que se han vendido en subasta por decenas de millones de euros.
Es evidente que estas reglas que rigen este mercado, este reflejo del capitalismo que también acecha ferozmente al arte, deja fuera de la estructura del dinero, de la promoción y de marketing, a muchos artistas de primerísimo nivel que ves en otros ambientes y que tienen un bagaje sólido y una obra consistente que transmite mucho más que estas obras que se venden a estos precios desorbitados.
“Según un estudio de Don Thompson, el 95% de un grupo de encuestados no colgaría en su casa ninguna obra de arte contemporáneo ni que se la regalaran”
En todo caso, este sistema basado únicamente en la abundancia material no satisface la demanda de algo más profundo para la mayoría de la gente. Y la prueba de esto es que, según Don Thompson, el 95% de un grupo de encuestados no colgaría en su casa ninguna obra de arte contemporáneo (obras en la línea de las que habla el libro) ni que se la regalaran.
Jugando al Superpoly en el mercado del arte
Las personas de las que nos habla el libro juegan a comprar y vender cuadros como si jugaran al monopoly comprando y vendiendo hoteles. Hay algunos que deciden quien cotiza millones, los mismos que fuerzan lo posible para que estas obras y estos artistas se muevan por la Royal Academy of Arts o la Tate de Londres, El Moma de Nueva York o el Louvre de Paris.
Todo esto, repito, por intereses que en el fondo muchas veces poco tienen que ver con la calidad intrínseca y objetiva de cada obra. Lo que importa como coleccionista, recordemos, es ganar dinero por tus activos (las obras que cada coleccionista tiene) y ser influyente en el mercado.
¿Qué referencias artísticas dejamos a las nuevas generaciones?
Una cifra que menciona en ambos libros es la cantidad anual y oficial aproximada de dinero que se mueve en el mundo del arte. Para la edición del primer libro, habla de 42.000 millones de euros, y nos informa que es la cifra anual exacta que factura o facturó aquél año la empresa Apple. Una cifra relativa, que para mí no justifica en absoluto que algunas de estas obras mediocres se exhiban en el Louvre como si fueran la novena maravilla del mundo. Y ya no eso, que las estudien nuestros hijos porque lo ha decidido alguien que no sabía qué hacer con su dinero.
De hecho, no hay nada que lo justifique, porque el mensaje que estamos dando a las futuras generaciones es que esas son las nuevas formas de arte y que hay mucho que ver en ellas. O quizá lo único que se les dirá a esos niños es que la obra había sido de la colección Rockefeller y que se vendió en una subasta por 45 millones de dólares.
“Según estas reglas, como coleccionista lo que importa no es la calidad de tus obras, si no el prestigio de las mismas (procedencia, historia…), la rentabilidad que tienen como activo y la aportación que te ofrecen como actor que influye en el mercado”
Estudié Historia del Arte algunos años y nunca he entendido porqué en clase se hablaba tanto de Andy Warhol. Nunca le vi nada especial a su obra y me extrañaba que en esa época no hubiera nada mejor que Warhol o Lichtenstein. Y hoy igual. Warhol me sigue pareciendo bastante fraudulento y oportunista. Nuestros hijos, nuestros nietos y bisnietos seguramente todavía estudiarán a Andy Warhol. Quizá también estudiarán al artista que colgó un caballo disecado del techo en el MACBA, y al que hace perros gigantes con globos, y al que diseca tiburones y cabezas de vaca y les pone un puro en la boca.
¿De verdad no se está haciendo nada mejor? ¿De verdad no podemos mirar un poco más allá del dinero y buscar artistas con un poco más de fuste y de experiencia estética?
Conclusiones de los libros de Don Thompson
Los que escriben tanto sobre estos récords de dinero en compraventas, quizá podrían mirar lo que se cuece en los concursos nacionales e internacionales organizados por verdaderos amantes del arte. Podrían ir a ver Centros culturales. Ferias de arte de distinta índole y en distintos países. Podrían dar la oportunidad a bloggers que se dedican a descubrir nuevos talentos y que hacen un trabajo más de campo y ayudan a los que más lo necesitan y a los que más lo merecen.
Realmente, a los que sólo escriben sobre las casas de subastas y los millones de euros o las cotizaciones de este o aquél, creo que se les está escapando de las manos un mundo maravilloso que va evolucionando de verdad y que no tiene nada que ver con los billetes, sino más bien con aquello que nos hace humanos.
Estos son los tres libros de Don Thompson sobre el mercado del arte y las subastas publicados hasta ahora:
El Tiburón de los 12 millones de dólares. La curiosa economía del arte contemporáneo y las casas de subastas. Un banquero multimillonario invierte 12 millones de dólares por el cadáver de un tiburón descomponiéndose dentro de una tinaja. Un lienzo lleno de gotas de colores se vende por 140 millones de dólares. Una chaqueta de cuero abandonada en una esquina se subasta por la suma de 690.000 dólares. Si el negocio del arte moderno es serio, ¿por qué parece una broma? En este recorrido ameno y fascinante por las casas de subastas, las galerías y el mundo de los coleccionistas, Don Thomson desvela los secretos económicos y las estrategias de marketing que impulsa al mercado a producir los precios astronómicos a los que se cotizan las obras de los grandes artistas, desde Baquiat a Koons, Tàpies o Jasper Johns. Thompson nos acerca a la psicología y los intereses que mueven el mercado del arte para recordarnos que en el arte contemporáneo, como en tantos otros campos, la línea que separa la cultura y el negocio es difusa pero clara.
Editorial : Editorial Ariel (2 noviembre 2009)
Idioma : Español
Tapa blanda : 344 páginas
Peso del producto : 492 g
Dimensiones : 14.5 x 1.9 x 23 cm
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La supermodelo y la caja de Brillo: Los entresijos de la industria del arte contemporáneo
«Esto es arte porque yo soy un artista y digo que lo es». Así de tajante se muestra Grayson Perry a la hora de valorar su obra. Ejemplos como éste salpican este nuevo libro de Don Thompson quien, como ya hiciera en El tiburón de 12 millones de dólares, se introduce en el mundo del arte contemporáneo para cuestionar la misma idea de arte y a la vez descifrar los mecanismos que llevan a ciertas obras a ser vendidas por cifras económicas astronómicas.
Como un brillante y divertido eco de sociedad, por sus páginas desfila información privilegiada de marchantes, abogados y ejecutivos de las principales casas de subastas de Nueva York, Londres o los nuevos mercados de los países del Golfo y China, desgranando sus planes para adquirir colecciones de arte masivas, porque comprar arte tiene que ver con la pasión y la lujuria, pero también con el marketing y con la historia que acompaña a una determinada pieza, con la relación entre dinero y estatus e incluso con la fama.
Un libro imprescindible para saber qué es y hacia dónde va el arte contemporáneo y la industria que le acompaña.
Editorial : Editorial Ariel (5 febrero 2015)
Idioma : Español
Tapa blanda : 376 páginas
Peso del producto : 536 g
Dimensiones : 14.5 x 1.9 x 23 cm
(EN INGLÉS) The Orange Balloon Dog: Bubbles, Turmoil and Avarice in the Contemporary Art Market
From the author of the internationally bestselling The $12 Million Stuffed Shark comes a fresh and provocative look at the high-end art market and whether it is a bubble about to burst. Within forty-eight hours in the autumn of 2014, buyers in the Sotheby’s and Christie’s New York auction houses spent $1.7 billion on contemporary art. Economist and bestselling author Don Thompson cites this and other fascinating examples to explore the sometimes baffling activities of the high-end contemporary art market, examining what is at play in the exchange of vast amounts of money and what nudges buyers, even on the subconscious level, to imbue a creation with such high commercial value. Thompson analyses the behaviours of buyers and sellers and delves into the competitions that define and alter the value of art in today’s international market, from New York to London, Singapore to Beijing. Take heed if your fortunes are tied up in stainless steel balloon dogs – Thompson also warns of a looming bust of the contemporary art price balloon. A fascinating explanation, through the field of behavioural economics, for the phenomena that is behind the incredible value of contemporary art.
Editorial : Aurum Press Ltd (11 enero 2018)
Idioma : Inglés
Tapa blanda : 240 páginas
Peso del producto : 449 g
Dimensiones : 22.4 x 2.5 x 14.4 cm